lunes, 14 de septiembre de 2020

Un poco de Aventuras

 

El viaje de Tom Sawyer

(Adaptación de la novela “Tom Sawyer en el extranjero”, de Mark Twain).

Travieso, pícaro y un poco mentiroso, Tom vive con su tía desde que perdió a sus padres. Tiene dos amigos inseparables, con quienes se enreda en las más descabelladas aventuras.

 


    Allá por 1875, en un pueblo de los Estados Unidos junto al río Misisipi, vivía Tom Sawyer con su tía Polly. Tom tenía doce años y dos amigos inseparables: Huck  Finn, de su misma edad, muy pobre y sin familia; y Jim, el joven y único esclavo de la tía. Tom y Huck solían meterse en grandes líos;  por eso los adultos desconfiaban de ellos, pero los demás chicos los admiraban. Jim seguía a los dos muchachos a todas partes, aunque siempre con miedo de tener problemas.

   Así fue como un sábado los tres fueron a la cercana ciudad de Saint Louis, para ver la anunciada partida de un forastero e su extraño aparato volador. Al llegar, vieron un gran globo sujeto al suelo con sogas; por debajo colgaba una barquilla como un gran bote, de cuya parte trasera sobresalían  dos timones de madera y un tubo de bronce. El navegante era un hombre nervioso, flaco, bigotudo, de largo guardapolvo gris; le permitía al público subir a bordo y los tres amigos también treparon, muy alborotados. Justo en ese momento, unos graciosos empezaron a molestar al viajero con burlas y chistes acerca de cuántos metros volaría antes de caer. Al fin, este vociferó:

   -¡Fuera, ignorantes, peores que mulas!

   Entre risas, todos empezaron a bajar. Tom, Huck y Jim eran los últimos, cuando una sacudida los hizo tambalear. Al mirar por el borde de la barquilla, Jim se puso gris; Huck, blanco como un papel y Tom, rojo de excitación, porque estaban subiendo velozmente y Saint Louis se veía abajo, cada vez más chica.

   -¡Iremos a Inglaterra, donde apreciarán esta maravilla! –anunció a gritos el inventor-. Ustedes serán mi tripulación. Hallé un nuevo tipo de energía y ese motor nos llevará adonde yo quiera –agregó mostrando un cilindro de bronce lleno de manivelas y palancas. Después señaló a Tom y le ordenó:

   -¡Tú, ven acá! Pareces el más despabilado; te enseñaré a conducir la nave para que me ayudes.

   Pilotear el globo era muy sencillo; mientras el inventor mantenía el rumbo consultando sus mapas y una gran brújula, tomaron velocidad y en un par de horas estaban sobre el mar. Ya caía el sol cuando el hombre dio a sus pasajeros carne enlatada y galletas para cenar. Pero seguía malhumorado y cuando poco después los rodeó la oscuridad de una noche nublada, empezó a hablar cada vez más furioso:

   -¡Esos imbéciles se burlaban! Pero… ¡quizá me querían distraer para robar los secretos de mi invento! ¡Ah! Habrán enviado a estos tres como espías. ¡Irán de cabeza al mar!

   Estaba completamente loco. Los muchachos lo oyeron acercarse a tientas, y Tom gritó cuando sintió que lo agarraba del tobillo, pero se defendió como pudo, arañando, pegando y mordiendo. Sin embargo, el hombre lo levantó y lo llevó hasta el borde de la barquilla, donde hubo forcejeos, una sacudida y un alarido que se perdió hacia abajo en la noche. Después, silencio. Las nubes se abrieron y la luz de la luna mostró a Huck y a Jim que estaban solos. -¡Se cayeron los dos al mar, amo Huck! –dijo el esclavo, tembloroso. El otro se asomó y vio entonces a Tom, que colgaba de una soga, pataleando en el aire.

   Lo ayudaron a subir y se estaban reponiendo del susto, cuando estalló un vendaval que duró hasta el amanecer. Al volver la calma, revisaron el equipaje y Tom se alegró:

   -¡Tenemos de todo! Comida, mantas, un farol, fósforos, ¡hasta una pipa! No se preocupen, sé manejar este aparato; llegaremos a Inglaterra ¡y seremos famosos!

   Pasaron el día y la noche siguiente. A la otra mañana, ya volaban sobre tierra.

   -Nunca creí que Inglaterra fuera así –se extrañó Huck-, tan amarilla y sin nada. Parece una playa enorme.

   -¡Ya entiendo! –exclamó Tom, que estudiaba el mapa-.

   Anteanoche el viento nos desvió mucho hacia el sur. ¡Esto es el desierto del Sahara!

   Tenía razón. En un rato hacía tanto calor que debieron hacer subir el globo para encontrar aire fresco. Al otro día se acabó el agua; la sed ya los atormentaba, cuando vieron el reflejo de una laguna lejana, hacia donde Tom dirigió el globo. Pero por más que volaban, no podían alcanzarla, hasta que de repente desapareció. Después volvieron a verla y a perderla de nuevo varias veces.

   -Es una brujería, amo Tom –se quejó Jim-. Este lugar está maldito.

   Horas más tarde pensaron que iban a morir de sed, pero cuando la laguna apareció de nuevo se la vio cada vez más grande y además rodeada de palmeras. Al fin, Tom comprendió: ¡habían estado persiguiendo un espejismo del desierto y ahora sí llegaban al agua! Al rato, nadaban felices en un oasis.

   Después, llenaron de agua los toneles del globo para seguir viaje, pero vieron que en el horizonte se alzaba una enorme ola amarilla. Era una terrible tormenta de arena, que no les dio tiempo de desatar el globo y huir. Solo pudieron meterse en la barquilla y taparse con una lona. Cuando el ventarrón acabó, pasaron horas sacando la arena que había llenado la nave.

   Después de este mal rato y de reponer fuerzas, partieron y viajaron tres días, sin ver más que arena y una caravana de beduinos en camellos. Una noche decidieron seguir volando a la luz de la luna, aunque a poca velocidad. En medio de una charla, acostados y mirando las estrellas, sintieron un topetazo. El primero en pararse a ver qué sucedía fue Jim, que gritó aterrorizado:

   -¡Un monstruo gigante!

   Ante ellos había una enorme cara, muy blanca, y la barquilla se le había enganchado en el labio.

   -¡Nos va a devorar! –aullaba Jim. A su lado, Huck temblaba, pero Tom, luego de un momento de pánico bien disimulado, los calmó:

   -Es de piedra, tontos. Esta es la famosa Esfinge que hicieron los antiguos egipcios.

  Más tranquilos, decidieron quedarse hasta el otro día, para ver bien la descomunal estatua. A la luz del sol, giraron a su alrededor, mirándola por todas partes. Después, Tom tuvo una idea:

   -¿Cuánto medirá? Dejemos a Jim sobre la cabeza de la Esfinge y alejémonos en el globo para comparar los tamaños. Que nos haga señales con esta bandera de nuestro país que encontré en el equipaje.

   Así hicieron, aunque Jim no estaba muy feliz con el experimento.

   Los otros se apartaron más y más, y a la distancia lo vieron hacer señas. Entonces les pareció que saltaba y después se echaba de boca sobre la cabeza de la estatua; vieron también varias figuras que rodeaban a la Esfinge. Cada tanto, de ellas salían nubecitas de humo. Al acercarse, oyeron disparos: ¡estaban disparando fusiles sobre su compañero!            Por suerte, la llegada del globo asustó a los atacantes, que escaparon a caballo. Eran soldados del sultán de Egipto.

   Tom y Huck se apuraron a recoger a Jim, que estaba furioso:

   -Nunca más le haré caso, amo Tom, ¡jamás!

   -¡Les hubieras enseñado la bandera patria y ordenado que se rindieran de inmediato!

   -¡Amo, en cuanto hice flamear la bandera casi me agujerearon a tiros!

   Tom estaba cada vez más contento y decidió que seguirían varios años de viaje, aunque primero dejarían un mensaje a la gente de su pueblo, para que los envidiaran por la nueva vida de aventuras. Luego de estudiar bien los mapas y la brújula, tomó rumbo a su país y encontró el camino, sin equivocarse demasiadas veces. Durante el viaje, escribió una carta para la tía Polly, anunciándole su largo recorrido por el mundo. La firmó “Tom Sawyer, el aeronauta”.

   Finalmente, una noche aterrizaron en las afueras del pueblo, ataron el globo a un árbol y se encaminaron a casa de Tom por las calles desiertas. Allí, él saltó en silencio la cerca del jardín, entró por una ventana y puso la carta en la mesa del comedor.  En ese instante, una mano lo agarró del cuello y oyó un furibundo.

   -¡Tom Sawyer! ¡Ahora me explicarás dónde estaban tú y tus compinches!

   Era la tía Polly. Así acabó la gran aventura. Al amanecer, un viento muy fuerte soltó el globo y se lo llevó para siempre, con el secreto de su ingenioso motor.

 FIN

 (De Miguel Ángel Palermo en Arte Gráfico Editorial Argentino S.A. Buenos Aires, 2008).



Biografía de Mark Twain


Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, fue un periodista, escritor y humorista estadounidense que nació en Florida, Misuri, el 30 de noviembre de 1835 y que falleció en Connecticut el 21 de abril de 1910.

Llamado por William Faulkner "el padre de la literatura americana", Twain escribió más de 500 obras, comenzando su carrera como tipógrafo, y viajando de ciudad en ciudad y de una imprenta a otra. Poco a poco se desarrolló como periodista, época en la que adoptó el pseudónimo de Mark Twain, pero sus visiones críticas contra el racismo, el esclavismo y otros temas sociales conflictivos truncaron esta vocación; fue mediante sus relatos y novelas con las que finalmente obtuvo reconocimiento, siendo conocidas hoy en día sobre todo Las aventuras de Tom Sawyer (1976) y Las aventuras de Huckleberry Finn (1984), considerada esta última por muchos como "la gran novela americana".


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