El viaje de
Tom Sawyer
(Adaptación de la
novela “Tom Sawyer en el extranjero”, de Mark Twain).
Travieso, pícaro y un poco mentiroso, Tom vive con su tía desde que perdió a sus padres. Tiene dos amigos inseparables, con quienes se enreda en las más descabelladas aventuras.
Allá por 1875, en un pueblo de los Estados Unidos junto al río Misisipi, vivía Tom Sawyer con su tía Polly. Tom tenía doce años y dos amigos inseparables: Huck Finn, de su misma edad, muy pobre y sin familia; y Jim, el joven y único esclavo de la tía. Tom y Huck solían meterse en grandes líos; por eso los adultos desconfiaban de ellos, pero los demás chicos los admiraban. Jim seguía a los dos muchachos a todas partes, aunque siempre con miedo de tener problemas.
Así fue como un sábado los tres fueron a la
cercana ciudad de Saint Louis, para ver la anunciada partida de un forastero e
su extraño aparato volador. Al llegar, vieron un gran globo sujeto al suelo con
sogas; por debajo colgaba una barquilla como un gran bote, de cuya parte
trasera sobresalían dos timones de
madera y un tubo de bronce. El navegante era un hombre nervioso, flaco,
bigotudo, de largo guardapolvo gris; le permitía al público subir a bordo y los
tres amigos también treparon, muy alborotados. Justo en ese momento, unos
graciosos empezaron a molestar al viajero con burlas y chistes acerca de
cuántos metros volaría antes de caer. Al fin, este vociferó:
-¡Fuera, ignorantes, peores que mulas!
Entre risas, todos empezaron a bajar. Tom,
Huck y Jim eran los últimos, cuando una sacudida los hizo tambalear. Al mirar
por el borde de la barquilla, Jim se puso gris; Huck, blanco como un papel y
Tom, rojo de excitación, porque estaban subiendo velozmente y Saint Louis se
veía abajo, cada vez más chica.
-¡Iremos a Inglaterra, donde apreciarán esta
maravilla! –anunció a gritos el inventor-. Ustedes serán mi tripulación. Hallé
un nuevo tipo de energía y ese motor nos llevará adonde yo quiera –agregó mostrando
un cilindro de bronce lleno de manivelas y palancas. Después señaló a Tom y le
ordenó:
-¡Tú, ven acá! Pareces el más despabilado;
te enseñaré a conducir la nave para que me ayudes.
Pilotear el globo era muy sencillo; mientras
el inventor mantenía el rumbo consultando sus mapas y una gran brújula, tomaron
velocidad y en un par de horas estaban sobre el mar. Ya caía el sol cuando el
hombre dio a sus pasajeros carne enlatada y galletas para cenar. Pero seguía
malhumorado y cuando poco después los rodeó la oscuridad de una noche nublada,
empezó a hablar cada vez más furioso:
-¡Esos imbéciles se burlaban! Pero… ¡quizá
me querían distraer para robar los secretos de mi invento! ¡Ah! Habrán enviado
a estos tres como espías. ¡Irán de cabeza al mar!
Estaba completamente loco. Los muchachos lo
oyeron acercarse a tientas, y Tom gritó cuando sintió que lo agarraba del
tobillo, pero se defendió como pudo, arañando, pegando y mordiendo. Sin
embargo, el hombre lo levantó y lo llevó hasta el borde de la barquilla, donde
hubo forcejeos, una sacudida y un alarido que se perdió hacia abajo en la
noche. Después, silencio. Las nubes se abrieron y la luz de la luna mostró a
Huck y a Jim que estaban solos. -¡Se cayeron los dos al mar, amo Huck! –dijo el
esclavo, tembloroso. El otro se asomó y vio entonces a Tom, que colgaba de una
soga, pataleando en el aire.
Lo ayudaron a subir y se estaban reponiendo
del susto, cuando estalló un vendaval que duró hasta el amanecer. Al volver la
calma, revisaron el equipaje y Tom se alegró:
-¡Tenemos de todo! Comida, mantas, un farol,
fósforos, ¡hasta una pipa! No se preocupen, sé manejar este aparato; llegaremos
a Inglaterra ¡y seremos famosos!
Pasaron el día y la noche siguiente. A la
otra mañana, ya volaban sobre tierra.
-Nunca creí que Inglaterra fuera así –se
extrañó Huck-, tan amarilla y sin nada. Parece una playa enorme.
-¡Ya entiendo! –exclamó Tom, que estudiaba
el mapa-.
Anteanoche el viento nos desvió mucho hacia
el sur. ¡Esto es el desierto del Sahara!
Tenía razón. En un rato hacía tanto calor
que debieron hacer subir el globo para encontrar aire fresco. Al otro día se
acabó el agua; la sed ya los atormentaba, cuando vieron el reflejo de una
laguna lejana, hacia donde Tom dirigió el globo. Pero por más que volaban, no
podían alcanzarla, hasta que de repente desapareció. Después volvieron a verla
y a perderla de nuevo varias veces.
-Es una brujería, amo Tom –se quejó Jim-.
Este lugar está maldito.
Horas más tarde pensaron que iban a morir de
sed, pero cuando la laguna apareció de nuevo se la vio cada vez más grande y
además rodeada de palmeras. Al fin, Tom comprendió: ¡habían estado persiguiendo
un espejismo del desierto y ahora sí llegaban al agua! Al rato, nadaban felices
en un oasis.
Después, llenaron de agua los toneles del
globo para seguir viaje, pero vieron que en el horizonte se alzaba una enorme
ola amarilla. Era una terrible tormenta de arena, que no les dio tiempo de
desatar el globo y huir. Solo pudieron meterse en la barquilla y taparse con
una lona. Cuando el ventarrón acabó, pasaron horas sacando la arena que había
llenado la nave.
Después de este mal rato y de reponer
fuerzas, partieron y viajaron tres días, sin ver más que arena y una caravana
de beduinos en camellos. Una noche decidieron seguir volando a la luz de la
luna, aunque a poca velocidad. En medio de una charla, acostados y mirando las
estrellas, sintieron un topetazo. El primero en pararse a ver qué sucedía fue
Jim, que gritó aterrorizado:
-¡Un monstruo gigante!
Ante ellos había una enorme cara, muy
blanca, y la barquilla se le había enganchado en el labio.
-¡Nos va a devorar! –aullaba Jim. A su lado,
Huck temblaba, pero Tom, luego de un momento de pánico bien disimulado, los
calmó:
-Es de piedra, tontos. Esta es la famosa
Esfinge que hicieron los antiguos egipcios.
Más tranquilos, decidieron quedarse hasta el
otro día, para ver bien la descomunal estatua. A la luz del sol, giraron a su
alrededor, mirándola por todas partes. Después, Tom tuvo una idea:
-¿Cuánto medirá? Dejemos a Jim sobre la
cabeza de la Esfinge y alejémonos en el globo para comparar los tamaños. Que
nos haga señales con esta bandera de nuestro país que encontré en el equipaje.
Así hicieron, aunque Jim no estaba muy feliz
con el experimento.
Los otros se apartaron más y más, y a la
distancia lo vieron hacer señas. Entonces les pareció que saltaba y después se
echaba de boca sobre la cabeza de la estatua; vieron también varias figuras que
rodeaban a la Esfinge. Cada tanto, de ellas salían nubecitas de humo. Al
acercarse, oyeron disparos: ¡estaban disparando fusiles sobre su compañero! Por suerte, la llegada del globo
asustó a los atacantes, que escaparon a caballo. Eran soldados del sultán de
Egipto.
Tom y Huck se apuraron a recoger a Jim, que
estaba furioso:
-Nunca más le haré caso, amo Tom, ¡jamás!
-¡Les hubieras enseñado la bandera patria y
ordenado que se rindieran de inmediato!
-¡Amo, en cuanto hice flamear la bandera
casi me agujerearon a tiros!
Tom estaba cada vez más contento y decidió
que seguirían varios años de viaje, aunque primero dejarían un mensaje a la
gente de su pueblo, para que los envidiaran por la nueva vida de aventuras.
Luego de estudiar bien los mapas y la brújula, tomó rumbo a su país y encontró
el camino, sin equivocarse demasiadas veces. Durante el viaje, escribió una
carta para la tía Polly, anunciándole su largo recorrido por el mundo. La firmó
“Tom Sawyer, el aeronauta”.
Finalmente, una noche aterrizaron en las
afueras del pueblo, ataron el globo a un árbol y se encaminaron a casa de Tom
por las calles desiertas. Allí, él saltó en silencio la cerca del jardín, entró
por una ventana y puso la carta en la mesa del comedor. En ese instante, una mano lo agarró del
cuello y oyó un furibundo.
-¡Tom Sawyer! ¡Ahora me explicarás dónde
estaban tú y tus compinches!
Era la tía Polly. Así acabó la gran
aventura. Al amanecer, un viento muy fuerte soltó el globo y se lo llevó para
siempre, con el secreto de su ingenioso motor.
Biografía de Mark Twain
Samuel Langhorne Clemens, más conocido
como Mark Twain, fue un periodista, escritor y humorista
estadounidense que nació en Florida, Misuri, el 30 de noviembre de 1835 y que
falleció en Connecticut el 21 de abril de 1910.
Llamado por William Faulkner "el
padre de la literatura americana", Twain escribió más de
500 obras, comenzando su carrera como tipógrafo, y viajando de ciudad en ciudad
y de una imprenta a otra. Poco a poco se desarrolló como periodista, época en
la que adoptó el pseudónimo de Mark Twain, pero sus visiones
críticas contra el racismo, el esclavismo y otros temas sociales conflictivos
truncaron esta vocación; fue mediante sus relatos y novelas con las que
finalmente obtuvo reconocimiento, siendo conocidas hoy en día sobre todo Las
aventuras de Tom Sawyer (1976) y Las aventuras de
Huckleberry Finn (1984), considerada esta última por muchos como
"la gran novela americana".
No hay comentarios:
Publicar un comentario