martes, 21 de abril de 2020

BRUJAS algo de historia, poesía, un cuento y una canción.



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BRUJAS
  

Los cuentos infantiles de brujas son unos de los más tradicionales. Sin embargo, rara vez son las protagonistas de los mismos, pues tienden a ser esa pieza de la historia que invita a los niños a discernir entre el bien y el mal. Podemos ver esta idea en cuentos clásicos como Hansel y Gretel, Blancanieves…y muchos otros cuentos más.

La literatura también ha hecho que sea típico imaginarse a una bruja volando sobre una escoba, con verrugas, con una nariz grande y puntiaguda o con un cierto grado de maldad provocado habitualmente por la envidia.


 


Esta figura tan típica ha pasado de generación en generación en el mundo occidental gracias a los cuentos y también a las películas que así nos la muestran. Sin embargo, los cuentos infantiles de brujas no tienen que ser siempre así de aterradores y por eso también hay brujas lindas, brujitas buenas…


 Las brujas que trabajan en los cuentos


Atentas a cuando abres
la página en que aparecen,
hacen maldades  y trucos
y después se desvanecen.

Brujas que están bien cansadas
de niñitos indefensos

y de princesas rosadas
y de reyes en sus reinos.

Hartas de hacer sus hechizos
con sapos asquerosientos,
de arruinar todas las frutas
con feos encantamientos.

No soportan a los gatos,
les da vértigo la escoba,
quieren quitarse los granos
y la nariz con joroba.

Odian el negro de sus capas,
en sus noches, en sus dientes:
en el fondo quieren verse
muchachitas Blancanieves.

(Por Pisos, Cecilia. Bs.As. Editorial Sudamericana, 2004).



Niños, las brujas no existen
(María Inés Falconi)

 


   Había una vez un reino en el que los chicos vivían muy tristes y asustados porque siempre aparecían las brujas enanas.
   Estas eran unas brujas así de chiquititas, que usaban un gorro con pompón hasta las orejas y tenían una nariz de zanahoria tan larga, pero tan larga, que se la tenían que atar con un moño en la punta para no pisársela, y además les quedaba un solo diente horrible en la boca. Estas brujas, feas y malísimas, jamás molestaban a las personas grandes: sólo les hacían brujerías a los chicos. Lo peor de todo era que cuando ellos lo contaban, nadie les creía. Las personas grandes siempre les contestaban lo mismo: “Niños, las brujas no existen”.
   Un día los chicos las vieron entrar en la escuela y escribir las paredes con tizas, témperas y marcadores. Entonces corrieron a avisarle a la Señorita Pepa, que era la Directora.        
   -¡Señorita, señorita! ¡Las brujas están escribiendo las paredes de la escuela!
   Pero la Señorita Pepa como siempre les contestó:
   -Niños, las brujas no existen.
   Los chicos, entonces, trataron de borrar lo que las brujas habían escrito, antes de que alguien lo viera. Demasiado tarde. Ahí estaba la Señorita Pepa parada justito frente a una pared leyéndolo todo:
   -¡La Señorita Pepa es gorda!
   -¡¡La Señorita Pepa tiene orejas de burro!!
   -¡¡¡La Señorita Pepa tiene cara de chancha!!!
   -¡Que me da un patatús! ¡Que me da un patatús! ¡Que me da un patatús! –gritaba la Señorita Pepa. Y le dio un patatús.
   Fue inútil que los chicos trataran de explicar que ellos no lo habían escrito, que habían sido las brujas, que ellos las habían visto. Nadie les creyó. Les hicieron limpiar todas las paredes de la escuela, y tardaron tantos pero tantos días que no pudieron aprender nada y tuvieron que repetir el grado.
   Mucho peor fue cuando las brujas enanas los embrujaron y los dejaron sin poder hablar. Los chicos no podían decir ni una sola palabra y cada vez que querían hablar lo único que conseguían era sacar la lengua así: ¡Dbbbbbbd!!!!!
   Esa mañana, los chicos llegaron a la escuela como todas las mañanas, y la Señorita Pepa los saludó, como todas las mañanas, también:
   -¡Buenos días, niños!
   Nadie le contestaba.
   -¡Buenos días, niños!
   Nadie le contestaba.
   -¡Buenos! ¡Días! ¡Niños! He dicho.
   Y entonces los chicos le hicieron:
   -¡¡¡¡Dbbbbbbd!!!!
   -¡Que me da un patatús! ¡Que me da un patatús! ¡Que me da un patatús! –gritaba la Señorita Pepa. Y le dio un patatús.
   La Señorita Pepa los retó, los retó la mamá, el papá, la tía y la abuelita. Todos decían lo mismo: esto no es posible. Estos chicos son unos maleducados. ¡Qué barbaridad! ¡Dónde lo aprendieron!
   Que no se vuelva a repetir y bla, bla, bla, bla. Pero cuando ellos querían explicar que todo esto era cosa de las brujas, las personas grandes les contestaban como siempre: “Niños, las brujas no existen”.
   Los chicos cansados de tanto reto y tanta penitencia injusta, decidieron ir a pedirle ayuda al rey.
   -Su excelentísima Majestad -le dijeron-, estas brujas siempre se la agarran con nosotros. Es decir... con los chicos.
   -¡Ajá! –dijo el Rey.
   -Y no puede ser, porque después pagamos el pato. Es decir nos retan.
   -¡Ajá-já! -dijo el Rey.
   -Y ya estamos cansados. Los grandes son unos vivos porque a ellos no les pasa nada. Es decir... nunca, nada. Con las brujas.
   -¡Ajá-já-já! -dijo el Rey.
   -Y queremos pedirle que ordene que las atrapen de una buena vez. Es decir: que atrapen a las brujas.
   -¡Imposible! ¡Imposible! ¡Imposible! –les contestó el Rey.
   -Y ¿por qué? -preguntaron los chicos desilusionados.
   -Porque, niños, las brujas no existen –dijo el Rey.
   Y los chicos se dieron cuenta de que encontrar a un solo grande que les creyera era más difícil que atrapar a una bruja... que atrapar a una bruja... que-atrapar-a-una-bruja... ¡ATRAPAR A UNA BRUJA!...Atrapar a todas las brujas. Ellos solos. Eso sí que podían hacerlo.
   Al principio, algunos tuvieron miedo: no, que tengo que hacer los deberes; que mi mamá no me deja atrapar brujas; que nos van a retar; que tengo que ir a visitar a mi abuelita justo ese día; y que sí y que no, y que al final el miedo se les había pasado y nadie quería dejar de ir.
   Esa noche, cuando los grandes estuvieron bien dormidos, salieron de sus casas en puntitas de pie y se fueron a la plaza. Cada uno traía una cacerola enorme y, también, un globo de gas atado con piolín. Y todos, todos, hasta los bebés de un año se habían disfrazado de brujas enanas, con una nariz de zanahoria y un gorro con pompón hasta las orejas. Se escondieron entre los árboles para esperar a las brujas. Temblaban de miedo. Temblaban tanto que la nariz de zanahoria se les sacudía así: pingui, pingui, pingui.
   De repente las vieron llegar. Las brujas venían arrastrando su nariz de zanahoria y riéndose con sus bocotas de un dolo diente. Moniquita, una nena de tercero, fue la primera en animarse a salir. Se paró justito detrás de una bruja y tratando de que no se notara el pingui-pingui de su nariz muerta de miedo le dijo:
   -Vení...
   -Que no quiero-quiero –contestó la bruja.
   -Vení... que por allá están los chicos –insistió Moniquita.
   -Que me importa-porta.
   -Vení... ¡o te pincho la nariz!
   -Voy corriendo-riendo -dijo la bruja que era bastante miedosa. Moniquita llevó a la bruja hasta el tobogán y cuando llegaron le dijo:
   -Ahora subí...
   -No me gusta-gusta –protestó la bruja.
   -Subí... o te pincho la cola.
   Y la bruja se subió al tobogán. Y Moniquita se subió detrás de la bruja.
   -Ahora tirate… -le dijo Moniquita.
   -No, que me da miedo-miedo.
   Moniquita no esperó más, le dio un buen empujón a la bruja que se fue resbalando por el tobogán mientras gritaba:
   -¡Socorro-corro! ¡Que me mareo-reo!
   Pero no gritó mucho, porque Enriquito la estaba esperando abajo con su cacerola y la bruja cayó justito adentro. Rápidamente los chicos le ataron un globo de gas en la punta de la nariz de zanahoria, y la bruja empezó a subir… a subir… Y no paraba de gritar, la muy miedosa:
   -¡Que me vuelo-vuelo!
   -¡Que me bajen-bajen!
   -¡Socorro-corro!
   Había dado resultado. Rápidamente atraparon a todas las demás. A una, la hicieron subir al sube y baja. Cuando estuvo sentada cómodamente, Jorgito, que era gordo y grandote, saltó del otro lado y la bruja salió volando por el aire.
   -¡Que subo-subo y no bajo-bajo! –gritaba la bruja.
   El gorro con pompón se le quedó enredado en la rama de un árbol. Ahí la agarraron los chicos. Le ataron el globo con piolín en la nariz, y otra bruja para arriba.
   A otro montón de brujas, las marearon en la calesita, y a un montón más, en las hamacas. El cielo se iba llenando de globos de colores y de brujas enanas.
Cuando las personas grandes salieron de sus casas y vieron montones de brujas por el aire, no supieron qué hacer.  Unos corrían, otros se escondían, los demás se tropezaban, se caían y se chocaban. Estaban asustados. Muy asustados.
   -¡Nos invaden las brujas extraterrestres! –decían los grandes.
   -¡Las brujas extraterrestres nos atacan, a casa chicos!
   Pero los chicos estaban muy tranquilos sentados en el cordón de la vereda, mirando subir a las brujas que cada vez parecían más enanas y menos horribles.
   Y a todos los grandes que venían a buscarlos le contestaban lo mismo:
   -¡Qué tontería! Grandes: las brujas… no existen.

FIN

                                     
                 Escuchamos una canción…





La bruja Berta

(Korky Paul – Valerie Thomas)

 





Vemos un CUENTO
La bruja Baba Yaga
(Cuento popular ruso)







miércoles, 15 de abril de 2020

POEMAS


CAPRICHO GRANDE

UNOS QUIEREN UN GATITO BIEN PELUDO.
OTROS QUIEREN UN PERRITO REGALON.
NO ES MI CASO. PREFIERO OTRA MASCOTA.
SI NO ES MUCHO PEDIR, QUE SEA UN DRAGON.

AY, ¿QUE PASA? ¿PARECE DEMASIADO
QUE YO EXIJA ANIMAL TAN GRANDULON?
SI TENERLO ME VENDRIA MUY BARATO.
¡CON LO MUCHO QUE AHORRARIA EN CALEFON!

UN DRAGON, INSISTO Y PATALEO.
Y PASEARLO SIN SOGUITA Y SIN HORARIO.
Y SI ACASO ES DIFICIL QUE HAYA UNO,
¿NO PODRIAN CONSEGUIRME UN DINOSAURIO?

(Oche Califa. En: solo sé que es ensalada, Editorial Colihue, Buenos Aires, 2012).




                            ⭐⭐⭐⭐⭐


SI UNA TORTUGA LLEGA DE NEUQUEN
A BUENOS AIRES EN UN SANTIAMEN,
LO MÁS PROBABLE ES QUE
NO HAYA VIAJADO A PIE.
SEGURO QUE FUE EN OMNIBUS O EN TREN.
















UN HIPOPOTAMO TAN CHIQUITITO
QUE PAREZCA DE LEJOS UN MOSQUITO,
QUE SE PUEDA HACER UPA
Y MIRARLO CON LUPA,
DEBE DE SER UN HIPOPOTAMITO.






HACE TIEMPO QUE TENGO UNA GRAN DUDA:
HAY UNA VACA QUE JAMAS SALUDA,
LE HABLO Y NO CONTESTA.
PUES BIEN, LA DUDA ES ESTA:
¿SERA MAL EDUCADA O SERA MUDA?


(Walsh, María Elena. En: Zoo Loco, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2013).




                           ⭐⭐⭐⭐⭐


Bendición de Dragón

Que las lluvias que te mojen sean suaves y cálidas.
Que el viento llegue lleno del perfume de las flores.
Que los ríos te sean propicios y corran para el lado que quieras navegar.
Que las nubes cubran el sol cuando estés en el desierto.
Que los desiertos se llenen de árboles cuando los quieras atravesar. O que encuentres esas plantas mágicas que guardan en su raíz el agua que hace falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Que nunca te falte el fuego.
Que nunca te falte el agua.
Que nunca te falte el amor.
Tal vez el fuego se pueda prender.
Tal vez el agua pueda caer del cielo.
Si te falta el amor, no hay agua ni fuego que alcancen para seguir viviendo.

(Roldán, Gustavo. En: Dragón, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2006).



 















lunes, 13 de abril de 2020

Historieta

Disfruta de esta historia completa...





Leemos un CUENTO



CINTHIA SCOCH Y EL LOBO
El lobo apareció cuando Cinthia Scoch ya había atravesado más de la mitad del Parque Lezama.
-¡Hola! ¡Pero qué linda niña! Seguro que vas a visitar a tu abuelita —la saludó.
-Sí, voy a visitarla y a llevarle esta torta porque está enferma.
-¿Y si la torta está enferma para qué se la llevas? ¿Tu idea es matarla?
-No, la que está enferma es mi abuela. La torta está bien.
-Ah, entiendo. Entonces puedo dejarme la torta como postre.
-¿Cómo?
-Que me gustaría acompañarte para que no te ocurra nada malo en el camino. Por acá anda mucho elemento peligroso. ¿Cuál es tu nombre?
-Cinthia Scoch.
-Lindo nombre.
-¿Usted cómo se llama?
-Jamás me llamo. Siempre son otros los que me llaman. ¿Vamos?
A poco de caminar, Cinthia y el lobo encontraron a una chica y a un chico que estaban sentados sobre un tronco, llorando.
-Pobres... —se apenó Cinthia—. ¿Qué les ocurrirá?
-Bah, no te detengas —murmuró el lobo—. Ya te dije: este lugar está lleno de pordioseros y granujas. Deben ser ladrones, carteristas, drogadictos, mendigos.
Pese a la advertencia, Cinthia se acercó a los niños.
-Estamos extraviados —le explicaron—. Nuestro padre nos abandonó porque se quedó sin trabajo y no tenía para alimentarnos.
-Lo siento —dijo Cinthia.
-¿Para qué? —preguntó el lobo, impaciente-. ¡Si ya está sentado! Mejor vamos a lo de tu abuelita.
-¿Cómo se lla... perdón, cuáles son sus nombres, chicos? —preguntó Cinthia.
-Yo, Hansel —respondió el chico, mirando con simpatía a Cinthia.
-Y yo, Gretel —balbuceó la nena, secándose las lágrimas con la manga del pulóver y mirando desconfiada al lobo.
-Bueno, vengan con nosotros. Vamos a lo de mi abuela y allá, mientras nos comemos esta torta, podemos pensar en alguna solución —propuso Cinthia.
Los cuatro siguieron camino. El lobo iba malhumorado porque se le estaba complicando el plan de comerse a Cinthia. De la rabia, no dejaba de patear cuanta piedrita había en el sendero.
Poco después se toparon con un grupo de siete niños o, para ser más preciso, seis y medio, ya que uno era una verdadera miniatura. Venían marchando en fila con el chiquitín adelante, y al encontrarse con los otros se detuvieron, confundidos.
-¿Perdieron algo? —los interrogó Cinthia.
-Es que... veníamos siguiendo unas piedritas que yo había dejado caer en el camino de ida para orientarnos al volver. Era la única forma que teníamos de encontrar el camino de regreso a nuestra casa...
-No entiendo —dijo Cinthia.
-Nuestros padres nos abandonaron porque no tienen trabajo —empezó a explicar el pequeñito.
-¡No lo había dicho, yo! ¡Este lugar está infestado de pordioseros, huérfanos y delincuentes! —lo interrumpió el lobo, tirando del brazo de Cinthia. Pero ella se resistió.
-¡Un momento! ¡Debemos prestar atención a este niñito!
-¡No hay que prestar nada! ¡Después no te lo devuelven!
-El problema es que en esta parte del camino las piedras han desaparecido —terminó de explicar el niñito.
Cinthia miró furiosa al lobo y éste se hizo el desentendido.
-Vengan con nosotros a lo de mi abuela. ¡Llevo una torta!
-Muchas gracias —dijo el chiquitín, emocionado, y muy respetuosamente se presentó:
-Me llaman Pulgarcito, y éstos son mis hermanos.
Continuaron camino.
El lobo estaba cada vez más impaciente porque al ser tantos, se complicaba el plan de comerse a Cinthia. Aunque enseguida, pensándolo mejor, se le ocurrió algo:
-Querida Cinthia —dijo el lobo—, como ya encontraste amiguitos que te pueden acompañar, puedo regresar a mis quehaceres. Hasta pronto y que les vaya bien a todos.
-Adiós, señor. Gracias por su compañía.
Poco después el grupo llegó a la casa de la abuela. Cinthia golpeó la puerta y esperó. Pero en lugar de permitirle pasar con todos sus amigos, la abuela le dijo:
-Ay, querida, justo hoy que estoy enferma me visitas con todos tus amiguitos. ¡No quiero contagiarlos!
-Está bien, abuela —respondió Cinthia, desilusionada. Les pidió a los chicos que la esperaran afuera, y le dio la torta a Hansel para que la tuviera.
Una vez que pasó al interior de la casa, la abuela cerró la puerta y la miró de una manera extraña.
Cinthia notó algo raro.
-¡Qué orejas tan grandes, abuela!
-Para escuchar mejor lo que dicen los vecinos, querida.
-¡Y qué peludas tus manos!
-Para ahorrar en guantes...
-¡Y qué boca tan grande!
-¡Estaba esperando que dijeras eso! -exclamó el lobo, desfigurado de bestialidad—. Tengo esta boca tan grande... ¡para comerrrr...! —había empezado a decir la abuela, cuando se escucharon tres enérgicos golpes en la puerta.
Cinthia abrió.
Era una loba.
-Vengo a buscar a mi marido.
-Acá no hay ningún lobo —le explicó Cinthia.
-No estoy para bromas, nena. Puedo oler a ese inútil a trescientos metros. ¡Oh! Ahí está. ¿Qué hace disfrazado de anciana humana? ¿De dónde sacó esa ropa?
-¡Sólo estaba haciéndole una broma a esta simpática criatura! -dijo el lobo.
-¿Broma? ¡Cómo para bromas estoy yo! -dijo la loba-. Acabo de encontrar a dos cachorros humanos en el parque. Sus padres los han abandonado. Se llaman Rómulo y Remo y pienso amamantarlos yo misma. Es necesario que vengas conmigo y me ayudes a armarles un lugar donde puedan dormir -dijo, o más bien ordenó, la loba.
Cuando el lobo se marchó, Cinthia, que no había entendido nada de lo ocurrido, encontró a su verdadera abuela amordazada en el baño. Sólo cuando la anciana se calmó, pudieron entrar los demás chicos y entre todos comieron la torta.
Los chicos vivieron unos días con la abuela de Cinthia y luego pudieron regresar con sus padres.
Hansel y Gretel, como todo el mundo sabe, lograron encontrar el camino que conducía a la casa de sus padres, aunque antes debieron vencer a una bruja que los tuvo prisioneros varios días.
Pulgarcito y sus hermanos también pasaron ciertas peripecias para regresar con su familia, pero finalmente lo consiguieron gracias al ingenio del diminuto, que hasta llegó a casarse con una princesa.
En cuanto al lobo, se vio obligado a buscar comida para alimentar a los robustos y apetentes Rómulo y Remo, y ya no tuvo tiempo para fechorías. De grandes, los niños viajaron a Europa y fueron muy importantes, aunque como hermanos no se puede decir que se llevaran bien.
La loba, por último, fue apreciada por todo el barrio de San Telmo, que premió su gesto levantando una estatua en el mismo Parque Lezama. Cualquiera que pase por allí puede verla. Es una escultura que muestra a una loba y a los dos niños, y está ubicada en el sitio donde el animal los encontró.
De Cinthia Scoch no podemos agregar demasiado, pero se dice que por allí circula un libro que cuenta parte de sus aventuras.

FIN

-Cinthia Scoch y el lobo de Ricardo Mariño. Incluido en Cinthia Scoch, Buenos Aires, Sudamericana, 1991. Ilustraciones: Juan Noailles. Colección Pan flauta.

  


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