lunes, 21 de septiembre de 2020

21 de Septiembre

 

La PRIMAVERA

Amor de COLORES

(Liliana Cinetto)

Por el mar de los colores,

va navegando el pincel

y con risas de acuarelas

patina sobre su papel.

En una clase de plástica,

se peina todo el flequillo

con unos rayos de sol

que le presta el amarillo.

En la esquina de la hoja,

ata con cinta de tul

unos retazos de cielo

que le regala el azul.

Del negro escapa enseguida

dibujando una pirueta

y aterriza en el perfume

que le convida el violeta.

Mientras maquilla una flor,

busca un hilo de rocío

y hace un collar con los pétalos

que el rojo tenía  escondidos.

 

A la sombra de los lápices,

bebe el jugo azucarado

que en copa hecha de azahar

le ofrece el anaranjado.

Guarda las gotas de índigo,

color que a veces se pierde,

y el murmullo de los árboles

que le ha conseguido el verde.

Y cruza el puente del blanco

y se despide del gris

pintarrajeando en el aire

un garabato feliz.

Por camino coloreado

y colorida escalera,

llega al fin a la paleta

donde la témpera espera.

Témpera y pincel se van

sonriendo a todo color

mientras pintan en la escuela

un arco iris de amor.

En 20 poesías de amor y un cuento desesperado. Buenos Aires. Atlántida, 2011.



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La PRIMAVERA


lunes, 14 de septiembre de 2020

Un poco de Aventuras

 

El viaje de Tom Sawyer

(Adaptación de la novela “Tom Sawyer en el extranjero”, de Mark Twain).

Travieso, pícaro y un poco mentiroso, Tom vive con su tía desde que perdió a sus padres. Tiene dos amigos inseparables, con quienes se enreda en las más descabelladas aventuras.

 


    Allá por 1875, en un pueblo de los Estados Unidos junto al río Misisipi, vivía Tom Sawyer con su tía Polly. Tom tenía doce años y dos amigos inseparables: Huck  Finn, de su misma edad, muy pobre y sin familia; y Jim, el joven y único esclavo de la tía. Tom y Huck solían meterse en grandes líos;  por eso los adultos desconfiaban de ellos, pero los demás chicos los admiraban. Jim seguía a los dos muchachos a todas partes, aunque siempre con miedo de tener problemas.

   Así fue como un sábado los tres fueron a la cercana ciudad de Saint Louis, para ver la anunciada partida de un forastero e su extraño aparato volador. Al llegar, vieron un gran globo sujeto al suelo con sogas; por debajo colgaba una barquilla como un gran bote, de cuya parte trasera sobresalían  dos timones de madera y un tubo de bronce. El navegante era un hombre nervioso, flaco, bigotudo, de largo guardapolvo gris; le permitía al público subir a bordo y los tres amigos también treparon, muy alborotados. Justo en ese momento, unos graciosos empezaron a molestar al viajero con burlas y chistes acerca de cuántos metros volaría antes de caer. Al fin, este vociferó:

   -¡Fuera, ignorantes, peores que mulas!

   Entre risas, todos empezaron a bajar. Tom, Huck y Jim eran los últimos, cuando una sacudida los hizo tambalear. Al mirar por el borde de la barquilla, Jim se puso gris; Huck, blanco como un papel y Tom, rojo de excitación, porque estaban subiendo velozmente y Saint Louis se veía abajo, cada vez más chica.

   -¡Iremos a Inglaterra, donde apreciarán esta maravilla! –anunció a gritos el inventor-. Ustedes serán mi tripulación. Hallé un nuevo tipo de energía y ese motor nos llevará adonde yo quiera –agregó mostrando un cilindro de bronce lleno de manivelas y palancas. Después señaló a Tom y le ordenó:

   -¡Tú, ven acá! Pareces el más despabilado; te enseñaré a conducir la nave para que me ayudes.

   Pilotear el globo era muy sencillo; mientras el inventor mantenía el rumbo consultando sus mapas y una gran brújula, tomaron velocidad y en un par de horas estaban sobre el mar. Ya caía el sol cuando el hombre dio a sus pasajeros carne enlatada y galletas para cenar. Pero seguía malhumorado y cuando poco después los rodeó la oscuridad de una noche nublada, empezó a hablar cada vez más furioso:

   -¡Esos imbéciles se burlaban! Pero… ¡quizá me querían distraer para robar los secretos de mi invento! ¡Ah! Habrán enviado a estos tres como espías. ¡Irán de cabeza al mar!

   Estaba completamente loco. Los muchachos lo oyeron acercarse a tientas, y Tom gritó cuando sintió que lo agarraba del tobillo, pero se defendió como pudo, arañando, pegando y mordiendo. Sin embargo, el hombre lo levantó y lo llevó hasta el borde de la barquilla, donde hubo forcejeos, una sacudida y un alarido que se perdió hacia abajo en la noche. Después, silencio. Las nubes se abrieron y la luz de la luna mostró a Huck y a Jim que estaban solos. -¡Se cayeron los dos al mar, amo Huck! –dijo el esclavo, tembloroso. El otro se asomó y vio entonces a Tom, que colgaba de una soga, pataleando en el aire.

   Lo ayudaron a subir y se estaban reponiendo del susto, cuando estalló un vendaval que duró hasta el amanecer. Al volver la calma, revisaron el equipaje y Tom se alegró:

   -¡Tenemos de todo! Comida, mantas, un farol, fósforos, ¡hasta una pipa! No se preocupen, sé manejar este aparato; llegaremos a Inglaterra ¡y seremos famosos!

   Pasaron el día y la noche siguiente. A la otra mañana, ya volaban sobre tierra.

   -Nunca creí que Inglaterra fuera así –se extrañó Huck-, tan amarilla y sin nada. Parece una playa enorme.

   -¡Ya entiendo! –exclamó Tom, que estudiaba el mapa-.

   Anteanoche el viento nos desvió mucho hacia el sur. ¡Esto es el desierto del Sahara!

   Tenía razón. En un rato hacía tanto calor que debieron hacer subir el globo para encontrar aire fresco. Al otro día se acabó el agua; la sed ya los atormentaba, cuando vieron el reflejo de una laguna lejana, hacia donde Tom dirigió el globo. Pero por más que volaban, no podían alcanzarla, hasta que de repente desapareció. Después volvieron a verla y a perderla de nuevo varias veces.

   -Es una brujería, amo Tom –se quejó Jim-. Este lugar está maldito.

   Horas más tarde pensaron que iban a morir de sed, pero cuando la laguna apareció de nuevo se la vio cada vez más grande y además rodeada de palmeras. Al fin, Tom comprendió: ¡habían estado persiguiendo un espejismo del desierto y ahora sí llegaban al agua! Al rato, nadaban felices en un oasis.

   Después, llenaron de agua los toneles del globo para seguir viaje, pero vieron que en el horizonte se alzaba una enorme ola amarilla. Era una terrible tormenta de arena, que no les dio tiempo de desatar el globo y huir. Solo pudieron meterse en la barquilla y taparse con una lona. Cuando el ventarrón acabó, pasaron horas sacando la arena que había llenado la nave.

   Después de este mal rato y de reponer fuerzas, partieron y viajaron tres días, sin ver más que arena y una caravana de beduinos en camellos. Una noche decidieron seguir volando a la luz de la luna, aunque a poca velocidad. En medio de una charla, acostados y mirando las estrellas, sintieron un topetazo. El primero en pararse a ver qué sucedía fue Jim, que gritó aterrorizado:

   -¡Un monstruo gigante!

   Ante ellos había una enorme cara, muy blanca, y la barquilla se le había enganchado en el labio.

   -¡Nos va a devorar! –aullaba Jim. A su lado, Huck temblaba, pero Tom, luego de un momento de pánico bien disimulado, los calmó:

   -Es de piedra, tontos. Esta es la famosa Esfinge que hicieron los antiguos egipcios.

  Más tranquilos, decidieron quedarse hasta el otro día, para ver bien la descomunal estatua. A la luz del sol, giraron a su alrededor, mirándola por todas partes. Después, Tom tuvo una idea:

   -¿Cuánto medirá? Dejemos a Jim sobre la cabeza de la Esfinge y alejémonos en el globo para comparar los tamaños. Que nos haga señales con esta bandera de nuestro país que encontré en el equipaje.

   Así hicieron, aunque Jim no estaba muy feliz con el experimento.

   Los otros se apartaron más y más, y a la distancia lo vieron hacer señas. Entonces les pareció que saltaba y después se echaba de boca sobre la cabeza de la estatua; vieron también varias figuras que rodeaban a la Esfinge. Cada tanto, de ellas salían nubecitas de humo. Al acercarse, oyeron disparos: ¡estaban disparando fusiles sobre su compañero!            Por suerte, la llegada del globo asustó a los atacantes, que escaparon a caballo. Eran soldados del sultán de Egipto.

   Tom y Huck se apuraron a recoger a Jim, que estaba furioso:

   -Nunca más le haré caso, amo Tom, ¡jamás!

   -¡Les hubieras enseñado la bandera patria y ordenado que se rindieran de inmediato!

   -¡Amo, en cuanto hice flamear la bandera casi me agujerearon a tiros!

   Tom estaba cada vez más contento y decidió que seguirían varios años de viaje, aunque primero dejarían un mensaje a la gente de su pueblo, para que los envidiaran por la nueva vida de aventuras. Luego de estudiar bien los mapas y la brújula, tomó rumbo a su país y encontró el camino, sin equivocarse demasiadas veces. Durante el viaje, escribió una carta para la tía Polly, anunciándole su largo recorrido por el mundo. La firmó “Tom Sawyer, el aeronauta”.

   Finalmente, una noche aterrizaron en las afueras del pueblo, ataron el globo a un árbol y se encaminaron a casa de Tom por las calles desiertas. Allí, él saltó en silencio la cerca del jardín, entró por una ventana y puso la carta en la mesa del comedor.  En ese instante, una mano lo agarró del cuello y oyó un furibundo.

   -¡Tom Sawyer! ¡Ahora me explicarás dónde estaban tú y tus compinches!

   Era la tía Polly. Así acabó la gran aventura. Al amanecer, un viento muy fuerte soltó el globo y se lo llevó para siempre, con el secreto de su ingenioso motor.

 FIN

 (De Miguel Ángel Palermo en Arte Gráfico Editorial Argentino S.A. Buenos Aires, 2008).



Biografía de Mark Twain


Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, fue un periodista, escritor y humorista estadounidense que nació en Florida, Misuri, el 30 de noviembre de 1835 y que falleció en Connecticut el 21 de abril de 1910.

Llamado por William Faulkner "el padre de la literatura americana", Twain escribió más de 500 obras, comenzando su carrera como tipógrafo, y viajando de ciudad en ciudad y de una imprenta a otra. Poco a poco se desarrolló como periodista, época en la que adoptó el pseudónimo de Mark Twain, pero sus visiones críticas contra el racismo, el esclavismo y otros temas sociales conflictivos truncaron esta vocación; fue mediante sus relatos y novelas con las que finalmente obtuvo reconocimiento, siendo conocidas hoy en día sobre todo Las aventuras de Tom Sawyer (1976) y Las aventuras de Huckleberry Finn (1984), considerada esta última por muchos como "la gran novela americana".


lunes, 7 de septiembre de 2020

Leyenda Urbana

Una historia ideal para leer sólo o acompañado.
Estas leyendas pasan de boca en boca, de ciudad en ciudad, te llamarán a que las leas sin detenerte ni un minuto.


Te invitamos a escucharlo o mejor si gustas, a leer vos mismo la Leyenda Urbana

                                    
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"Gritos bajo la tormenta"

   Eran las 23:45 de una rara noche de invierno en el mes de julio. Digo rara pues la temperatura estaba casi en 28º. Mi esposo y yo salíamos de uno de los cines en la calle Lavalle, a pocos metros de avenida Corrientes.

   Acabábamos de ver “El Orfanato”. La noche se presentaba tormentosa y un fuerte viento había comenzado a levantarse. Alcé el cuello del tapado pues el soplo helado parecía envolverme por completo.

   Decidimos que tomar un café nos vendría muy bien, por lo que caminamos hasta la cafetería en la esquina de Corrientes y 9 de Julio. Elegimos una de las mesas cerca de la puerta de entrada. Tomábamos lentamente  nuestro café esperando que la tormenta comenzara a amainar, pero los minutos pasaban y nada. Por el contrario, cada vez parecía arreciar la ventisca con más fuerza. Teníamos el auto del otro lado a varias cuadras del Obelisco, precisamente en Montevideo y Lavalle, pues cuando llegamos la noche era cálida, soplaba una suave brisa y yo quise caminar un poco. Hacía mucho que no paseaba por el centro de la ciudad. Aunque luego de ver aquella película nadie podría caminar con tranquilidad en medio de una noche de tormenta. Ninguno de los dos hubiésemos imaginado al llegar que esa hermosa noche se podía transformar de esta manera, haciendo un cambio tan abrupto y repentino de la temperatura. La película que vimos nos había conmocionado bastante, suficientemente fuerte para su género, había logrado provocar en mí una sensación de inquietud tan próxima al miedo como hacía mucho no lo hacía ninguna otra de ese estilo. Realmente logró captar nuestro interés absoluto, al punto de ser, al salir del cine, casi nuestro principal comentario.

   Luego de una hora y media, cansados de esperar que la lluvia parase, decidimos ir en busca del auto. Yo estaba entumecida de frío y algo mojada por la lluvia repentina. Me abracé a mi marido y comenzamos nuestra loca carrera bajo el chaparrón. Cruzamos la 9 de Julio y como el semáforo había cambiado quedamos detenidos justo junto al Obelisco. De pronto, un estrepitoso trueno hizo estremecer la vereda. Aun así, en medio del estruendo, me pareció oír el desesperado grito de un hombre. Volteé la cabeza para mirar por detrás de mi esposo, que se hallaba casi pegado a uno de los lados del monolito. El grito me pareció que venía de una dirección, pero al comprobar la poca distancia entre la pared y su cuerpo deseché la idea de haberlo escuchado. Permanecíamos a la espera del cambio de luz. Al hacerlo, mi esposo me tomó por la cintura para cruzar Cerrito. En ese momento volví a escuchar el fuerte grito y otro estruendoso trueno repercutió con mucha más fuerza que antes. Volví a escuchar los gritos, esta vez con tanta claridad que pude notar en él un marcado tono de terror. Me estremecí de pies a cabeza, mi esposo clavó sus ojos en mí con gran preocupación. Él también había logrado escuchar la voz en su grito desgarrador y siniestro. Miramos los dos hacia ambos lados y nada, hasta que otra vez el grito nos hizo saber de dónde provenía. No nos quedaban dudas, los gritos venían desde el interior del Obelisco. Eran tan desesperantes que corrimos por Corrientes en busca de algún patrullero que pudiera acudir en ayuda de la persona allí atrapada, pero no lográbamos ver a nadie. La tormenta había dejado las calles desoladas.

   Volvimos al lugar para hacer saber al hombre aquel, que estábamos tratando de encontrar ayuda. De pronto, apareció una de las unidades del 911. Al ver nuestras señas se detuvo. En el preciso instante en el que íbamos a relatarle lo que pasaba, los gritos desgarradores nuevamente nos hicieron estremecer. El oficial del patrullero bajó del vehículo, abrió la puerta trasera y nos hizo subir al auto. Pensamos que iríamos en busca de ayuda, pero no fue así. Para nuestra sorpresa, sólo se limitó a decirnos que todo se trataba de un eco fantasmal. Una voz de ultratumba que permanecía con su grito desde un trágico día de tormenta, allá por los años treinta. La fantasmagórica voz pertenecía a un empleado que en aquel fatídico día de tormenta se hallaba haciendo mantenimiento de las escaleras internas a gran altura del monumento, y ante el sacudón terrible de aquella tempestad había caído terriblemente herido. Al parecer murió pidiendo ayuda pero por los ruidos de la tormenta sus gritos de socorro no fueron escuchados. Desde entonces, cada noche de tormenta fuerte resurgen desde ultratumba sus gritos desgarradores.

   ¿Cómo explicar que el comentario del agente no produjera en nosotros más que certeza?  Fácil. Bastó para quitar nuestras dudas inspeccionar junto a él el interior del Obelisco. Recuerdo que abrió la puerta. Al entrar un olor acre húmedo y espantosamente frío se coló por nuestras fosas nasales, por lo que debimos llevarnos un pañuelo a la nariz. Buscamos por todos lados y no hallamos a nadie. Sin embargo, al darnos vuelta para salir de aquella helada tumba de cemento, otra vez el grito escalofriante resonó a nuestras espaldas y nos petrificó.

 FIN





De Lambert, Alibel
(Biografía)

Nacida en la ciudad de Tigre, provincia de Buenos Aires, en julio de 1954. Comenzó escribiendo poesía a los doce años. Luego cuentos infantiles y más tarde cuentos de terror y novela gótica. Sus primeros libros de terror están en la Biblioteca del Congreso de la Nación y también otras, como colegios y micros de larga distancia. Mis cuentos suelen ser teatralizados por chicos de los colegios del polimodal y EGB. Participo anualmente como invitada, en las Ferias de Libros, en Buenos Aires y en las provincias. 


2 de abril

  Día del Veterano y de los caídos en la guerra de Malvinas Cada 2 de abril se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de...